LA
PLAPLA
Felipito
Tacatún estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el
cuaderno y sacando un poquito la lengua, escribía enruladas
emes, orejudas eles, y elegantísimas zetas.
De
pronto vio algo muy raro sobre el papel.
¿Qué
es esto? – se preguntó Felipito, que era un poco miope, y se
puso un par de
anteojos.
Una
de las letras que había escrito se despatarraba toda y se
ponía a caminar muy
oronda
por el cuaderno.
Felipito
no lo podía creer, y sin embargo era cierto: la letra, como
una araña de tinta,
patinaba
muy contenta por la página.
Felipito
se puso otro par de anteojos para mirarla mejor.
Cuando
la hubo mirado bien, cerró el cuaderno asustado y oyó
una vocecita que decía:
-¡Ay!
Volvió
a abrir el cuaderno valientemente y se puso otro par de anteojos, y
ya van tres.
Pegando
la nariz al papel preguntó: - ¿Quién es usted
señorita?
Y
la letra caminadora contestó: - Soy una Plapla.
-
¿Una Plapla? – preguntó Felipito asustadísimo
– ¿qué es eso?
-
¿No acabo de decirte? Una Plapla soy yo.
-
Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra llamada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno.
-
Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla.
-
¿Y qué hago con la Plapla?
-
Mirarla.
-
Sí, la estoy mirando, pero ¿y después?
-
Después, nada.
Y
la Plapla siguió patinando sobre el cuaderno mientras cantaba
un vals con su voz chiquita y de tinta.
Al
día siguiente, Felipito corrió a mostrarle el cuaderno
a su maestra, gritando entusiasmado:
-
¡Señorita, mire la Plapla, mire la Plapla!
La
maestra creyó que Felipito se había vuelto loco. Pero
no.
Abrió
el cuaderno, y allí estaba la Plapla bailando y patinando por
la página y jugando
a
la rayuela con los renglones.
Como
podrán imaginarse, la Plapla causó mucho revuelo en el
colegio.
Ese
día nadie estudió.
Todo
el mundo, por riguroso turno, desde el portero hasta los nenes de
primer grado se
dedicaron
a contemplar a la Plapla.
Tan
grande fue el bochinche y la falta de estudio que desde ese día
la Plapla no figura
en
el abecedario.
Cada
vez que un chico por casualidad, igual que Felipito, escribe una Plapla cantante y
patinadora,
la maestra la guarda en una cajita y cuida muy bien de que nadie se
entere.
Qué
le vamos a hacer, así es la vida.
Las
letras no han sido hechas para bailar, sino para quedarse quietas una
al lado de la
otra.
¿No?
Extraído
de Cuentopos de Gulubú.
María Elena Walsh (Argentina).
María Elena Walsh (Argentina).